La impresión 3D, Internet de las cosas, y computación en la nube están transformando radicalmente nuestros modos de producir bienes y servicios, pero una nueva revolución nos acecha en la interacción y la fertilización recíproca entre la informática, la biotecnología, la nanotecnología y otras ciencias de la salud.
La decodificación del genoma humano –a un costo cada vez más accesible– el desarrollo de la primera molécula artificial y las prótesis y órganos artificiales para humanos controladas por el cerebro, entre muchos otros desarrollos, prometen una serie de aplicaciones enfocadas a prevenir enfermedades, alargar la esperanza de vida y mejorar su calidad.
Vivir más y mejor, editar el genoma de nuestra descendencia, superar límites físicos, restaurar daños psicológicos y potenciar nuestra capacidad intelectual son objetivos cada vez más difundidos entre los inversores y los investigadores.
Hay quienes vislumbran, como Yuval Harari, que la especia humana se encuentra a las puertas de una transformación radical que fusiona la informática y la biología.
¿Estamos acaso en los albores de una nueva era para la humanidad?
Es natural que, frente a esta corriente de cambios, nos encontremos inmersos en un período de ansiedad intensa. Necesitamos encontrar parámetros para entender hacia dónde se dirige el mundo y qué será de nosotros, de la sociedad que edificamos, de la vida humana como la conocemos hoy.
Es importante entender la dirección de los cambios y adoptar una actitud positiva frente a ellos. Tenemos que tratar de asimilar las transformaciones y convertir los desafíos en oportunidades. Sería inconcebible actuar como si el futuro no importara en una realidad y un contexto dominados por cambios exponenciales.