Un ángulo interesante para explorar el aumento de la cooperación internacional –que ha recibido menos atención de la que merece– es el proceso acelerado de urbanización que experimenta el mundo.
Tal proceso estimula un interés especial sobre el papel que pueden y deben jugar las ciudades para mejorar la globalización.
Los centros urbanos podrían funcionar (ya lo hacen en algunos casos) como mecanismos de fijación de parámetros globales y de mejores prácticas para fortalecer la gobernanza global.
En el nivel local hay un poder enorme para la construcción de consensos. ¿Qué sucedería, entonces, si pensáramos la globalización desde las ciudades y no sólo desde los Estados nacionales?
Pensar la economía global también desde las ciudades podría ser un cambio estructural decisivo.
Sólo consideremos que el proceso de globalización necesita fortalecerse, necesita generar defensas contra el populismo, que tiene un componente nacionalista muy importante.
Las ciudades son clave para generar una alternativa, para explorar el desarrollo de una conciencia de ciudadano global.
Repensar las ciudades como una plataforma de acceso a la economía global, sin perder la pertenencia, la identidad y la vinculación nacional, abriría una puerta a la integración desde la plataforma más próxima a los ciudadanos.
Las ciudades nos permitirían construir puentes en el debate y la tensión potencial que existe entre la soberanía nacional y la gobernanza global.
Visto bajo esta nueva luz, el localismo podría lograr que los procesos globales cobren otra dimensión.