A mediados del siglo pasado dos tercios de la población mundial vivía en las zonas rurales del planeta. Cien años después, en 2050, serán dos tercios los pobladores de las zonas urbanas, que alcanzarían los seis mil millones de personas.
La migración de la población rural a las ciudades es equivalente a la construcción de siete ciudades del tamaño de Chicago por año.
Así y todo, el territorio ocupado por todas las ciudades del mundo representa apenas el 5% del territorio mundial, aunque en esas ciudades se origine el 70% del consumo global de energía y de la emisión de gases efecto invernadero.
América Latina es ya la segunda región más urbanizada del globo (detrás de Norteamérica) con el 80% de su población residiendo en ciudades. Se calcula que hasta 2050 el 90% de la nueva población urbana se radicará en países emergentes y en desarrollo.
De acuerdo con las Naciones Unidas, las tendencias de urbanización que vemos a escala global en el siglo XXI se alejan de lo que experimentamos hasta ahora en materia de transición urbana. La urbanización se produce con menores niveles de desarrollo económico y la mayoría de las radicaciones urbanas tendrán lugar en pequeños y medianos centros urbanos.
La expansión de estos centros es dos veces más rápida que el crecimiento de la población, con impactos significativos en el proceso de cambio climático. Para 2030 habría alrededor de 40 centros urbanos de más de 10 millones de habitantes cada uno.
La mitad del crecimiento global del PBI entre 2010 y 2025 vendrá de unas 440 ciudades en las economías emergentes, 95% de pequeños o medianos centros urbanos cuyos nombres hoy difícilmente conocemos.
En este contexto, signado por una mayor conectividad, es evidente que la autoridad se aleja cada vez más de los centros tradicionales de poder y se traslada hacia niveles más cercanos a la gente, donde ocurren los problemas.