Opinión

DEMOCRACIA DIGITAL

Democracia Digital (Recargada)

En “Argentina 4.0 La Revolución Ciudadana” (Ed. Prometeo, 2013), planteo la necesidad de renovar la relación de los ciudadanos con la política, aprovechando las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones. Estaba (y estoy) preocupado por fortalecer la dinámica democrática y republicana para enfrentar el resurgimiento del populismo.

Los conceptos de acceso universal, estándares abiertos y descentralización, propios de la internet, resultaban asociados naturalmente a los principios democráticos de apertura y libertad individual, a su vez, enraizados en la ilustración y la tradición federalista.

¿Servirían las redes sociales para reconstruir la relación de los ciudadanos con la política y, de ese modo, mejorar la calidad democrática?

La idea de asociar la tecnología con la práctica política y el desarrollo democrático dista de ser nueva. 

“Teledemocracia” (Ted Baker, 1981), fue el término utilizado para explicar el aporte de la televisión y la radio a la difusión de información y los debates políticos que potenciaban la participación ciudadana. Más tarde, la aparición de los ordenadores genera la idea de “ciberdemocracia” o “democracia electrónica” (Hagen 1997). 

Por algún tiempo estos tres términos se usaban de manera intercambiable, hasta que a mediados de los 2000s surge la web 2.0 y las redes sociales, trayendo consigo una dimensión nueva: la interacción entre los miembros de esas redes. Twitter, Faceboook, y otras redes sociales modernizan los procesos de consulta, diálogo e interacción entre la comunidad y las autoridades elegidas, dando lugar al concepto de “e-democracia” o “democracia digital”. 

Entre 2010 y 2012 las redes sociales contribuyeron a movilizar protestas en los principales centros financieros del mundo y facilitaron la coordinación de levantamientos populares en la “primavera árabe” (en el norte de África y medio oriente, reclamando reformas políticas y sociales y la plena vigencia de los derechos humanos) y de otros movimientos sociales que se extendieron por Europa (¡Democracia Real Ya!) y América (OccupyWall Street). 

“Ciudadanos de distintos rincones del planeta, viviendo bajo diversos regímenes políticos y con distintos niveles de prosperidad económica, desataron una serie de protestas y reclamos” (Argentina 4.0 La Revolución Ciudadana, p.33) de alcance global contra la situación política y económica de sus países, abarcando alrededor de 1000 ciudades en unos 90 países.

Desde el comienzo la web 2.0 parecía más efectiva para organizar protestas que para construir propuestas. Más eficiente para movilizar a la gente “contra” algo que para ayudarla a organizar alternativas.

Pero veríamos más en los años siguiente. En 2016 surgió un nuevo debate sobre el sesgo de los motores de búsqueda de internet asociado al uso de algoritmos (una fórmula que ranquea de respuestas a una consulta formulada a Google, Bing, etc.)

En efecto, las “burbujas de filtro” y las “cámaras de eco” no presentan toda las opciones u opiniones disponibles sobre un tema, sino que limitan la información ofrecida a cada consulta en base búsquedas previas realizadas, localización, etc., reforzando las preferencias expresadas previamente por quien consulta.

El escándalo de Cambridge Analytica, la elección del Brexit en el Reino Unido y la elección de Trump en 2016 han sido señaladas por utilizar estas tecnologías para intentar controlar y sesgar la opinión pública. Una democracia saludable, en cambio, depende crucialmente de que la gente tenga la oportunidad de enriquecer su visión enfrentándose a ideas opuestas.

Los recientes desarrollos de inteligencia artificial (basados en “machine learning y Big Data) aumentan los riesgos, al permitir la diseminación de noticias falsas y discursos de odio, y nos obliga a pensar en mecanismos de gobernanza para las tecnologías que protejan la dinámica democrática y republicana.

Un estudio reciente, publicado en “Frontiers in Political Science” revisa 230 artículos (derivados de la base de datos Scopus y procesados ​​con VOSviewer) sobre “democracia digital” e identifica tres conceptos dominantes: democracia, internet y movimiento. Señala que la era digital tiene impactos positivos y negativos en la democracia, que el conocimiento público es clave y que existe un fuerte control de las élites en la democracia virtual.

Las conferencias sobre democracia y ciudadanía digital organizadas en 2024 abordaron preocupaciones sobre: i) integración de tecnologías emergentes (IA, blockchain, metaverso) en procesos democráticos; ii) Influencia algorítmica en la democracia; iii) Narrativas falsas y erosión de la confianza en las instituciones; iv) Desarrollo de herramientas innovadoras y marcos regulatorios; v) Promoción de la alfabetización mediática; vi) riesgos de contenidos generados por IA e impacto de los deepfakes en las elecciones y vii) estrategias para preservar la confianza pública en los ecosistemas informativos a través de comunidades informadas y defensoras de los valores democráticos.

En su paper, “Democracia Digital en la era de la Inteligencia Artificial” (2024), Claudio Noveli y Giulia Sandri evalúan cuatro dimensiones: ciudadanía, participación, representación y esfera pública y señalan que “las capacidades predictivas de la IA cambian la dinámica de la competencia política, planteando cuestiones éticas sobre la manipulación y la legitimidad de la democracia”.

Por eso, estos autores plantean que “mejorar la alfabetización mediática digital de los ciudadanos es crucial. Esto incluye educar a las personas para que evalúen críticamente la información, reconozcan la desinformación y comprendan los mecanismos subyacentes de la IA y las plataformas digitales.”

Esa educación de los ciudadanos debe complementarse con una regulación inteligente y robusta que supervise el uso de la IA y las redes sociales, previniendo su uso indebido, asegurando la transparencia en la toma de decisiones basadas en IA y protegiendo la privacidad del usuario y la seguridad d ellos datos.

A diferencia de lo podía preverse en los albores de la e-democracia, el arribo de nuevas tecnologías plantea riesgos muy altos que pueden desestabilizar las democracias. Las redes sociales han sido utilizadas con eficacia para deteriorar la calidad del debate político y el sistema de partidos. 

Si no actuamos rápida y decididamente para construir un ecosistema digital seguro y confiable las promesas de mejorar la relación entre los ciudadanos y la cosa pública que prometía la democracia digital podría perderse en el túnel del tiempo.

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