Flexibilidad, capacidad de adaptación –y a veces una dosis de moderación– es lo que le ha permitido al sistema capitalista liderar y sobrevivir (con distintos formatos) dos siglos de cambios tecnológicos y sociales. Y es el mismo concepto que ha posibilitado que el sistema chino sobreviva al colapso del comunismo soviético.
En el pasado, para prosperar, los países utilizaban armas para expandir sus territorios, aumentar sus recursos e imponer sus políticas. A medida que la especie humana alcanzó mayores niveles de civilización, esa contienda se trasladó a los mercados de bienes y servicios, donde la prosperidad económica lo es todo.
En el futuro, el progreso será el resultado de formas de pensar los problemas y los desafíos que enfrentamos como sociedad.
Formas de pensar los problemas y resolverlos, formas de pensar la realidad e interpretarla, formas de prever el futuro y abordarlo, formas de promover la convivencia y el progreso social.
Las formas de pensar se ven afectadas por los patrones culturales y sociales, bajo la influencia de las circunstancias históricas. Cuando maduran y alcanzan consenso en la sociedad, las formas de pensar los problemas deben convertirse, idealmente, en instituciones.
Hablo de reglas, leyes e incluso prácticas generalizadas, entendidas como usos y costumbres que la sociedad en su conjunto respeta y hace respetar para poder vivir en armonía.
Crear y fortalecer instituciones que nos ayuden a superar los desafíos sociales y económicos que enfrentamos es clave en el progreso de cualquier sociedad, y serán extraordinariamente importantes para construir la sociedad del futuro.